Querido lector:
No sé
hasta qué punto tendrás empeño en escudriñar en lo que fue y quedó ahí oculto
entre ruinas, o entre nubes de palabras. O más ampliamente, si sentirás
inquietud por comprender aquello que el vértigo de los tiempos terminó
devorando.
Sea o
no de tu interés, ya te digo que todo eso que fue está ante ti, aunque exprese
su presencia a retazos o a golpe de expresiones de gentes que te rodean. Es
difícil escapar de la voracidad del tiempo. Probablemente eso lo habrás
experimentado si ya tienes una edad.
A poco que te detengas a observar las cosas
que te rodean percibirás esa voracidad y te harás preguntas. Incluso llegarás a
coger empeño en buscar respuestas que lo más seguro no existen.
Poco
más o menos esas son las razones que me han llevado a reunir los avatares de la
vida de Teófilo Fernández para poder contártelos y de esa manera aliviar el
peso de las cosas que fueron y descargan en mis pensamientos con tanta
frecuencia que a veces me atormentan, sobre todo por esa manía que tenemos
algunos de pensar que quizás habría sido mejor que las cosas del mundo hubiesen
transcurrido de manera diferente a como lo hicieron, aunque eso ya no tenga
remedio. Pero probablemente eso a ti también te suceda, porque nada es
perfecto, ningún devenir es satisfactorio plenamente. Incluso, cuando estás
convencido de algo, viene la vida y te corrige esa convicción. Así que me vas a
permitir que te cuente la historia de Teófilo y su gente, de sus antepasados y
sucesores, y de algunas cosas sustanciales, de los tiempos y los lugares en los
que transcurrió. Espero que te resulte de interés.
Todo
esto te lo transmito de manera poco firme y llena de especulaciones, tal y como
se desprende de mis anteriores palabras. Porque así son las cosas, según creo.
En
definitiva, mi ánimo es, querido lector, compartir contigo mis inquietudes, así
como exponerte mis incertidumbres, desalientos y, por supuesto también, mis
hálitos de esperanza.
Un
afectuoso abrazo.
Jesús
López García
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